
Después de dieciséis años y medio, me siento extraño en mis primeras horas sin ningún vínculo profesional con ABC. Esta tarde me han telefoneado desde la redacción de Sevilla para comunicarme que a partir de ahora serán los compañeros de La Voz los que cubrirán la corresponsalía del periódico en Jerez y en el resto de la provincia de Cádiz. Como la profesión está como está, mentiría si dijera que es algo que no veía venir.
No sabría muy bien cómo explicar lo extraño que me siento. Es algo así como cuando desconectaba cada Jueves Santo, cada 24 y 31 de diciembre porque al día siguiente no había periódico. La diferencia es que mañana, cuando amanezca, tendré que reprimir el nervio que, por inercia, tenía conectado al subconsciente para no bajar la guardia.
Lo primero que me ha venido a la mente han sido los nombres de los tres compañeros que durante estos años han simbolizado cada una de las letras del viejo y entrañable diario. Antonio Castro, Teresa Cárdenas y Paloma Cervilla han sido el ABC de una etapa clave en mi carrera profesional. Con ellos eché los dientes a mediados de los noventa en la inolvidable delegación de la calle Horno. A ellos les debo mi formación como periodista y de ellos aprendí lo poco, regular o mucho que sé.
Después de colgar con Álvaro Ybarra, director de ABC de Sevilla y al que tanto tengo también que agradecer, he hablado uno a uno con los tres. Quería compartir con ellos estos momentos, porque con ellos compartí también la alegría de ver publicados mis primeros artículos en el periódico con el que han desayunado las últimas cuatro generaciones de mi familia.
Nunca olvidaré la llamada de Antonio para encomendarme la información deportiva de la inolvidable edición de Jerez. Llegué a la delegación hecho un flan, y no os quiero contar cómo lo pasé cuando me dijo que le escribiera algo, lo que se me ocurriese, en una vieja máquina de escribir. Todavía no sé cómo, pero conseguí redactar una carilla que fue suficiente para pasar la prueba.
Con Antonio aprendí nada menos que a redactar, a darle el enfoque correcto a cada tema, a cada titular, a cada fotografía y a buscar las mejores fuentes. Pero sobre todo me enseñó el valor de la lealtad y la honradez en la profesión. De Teresa me influyó, sobre todo, su olfato y su habilidad para sacar punta de donde parecía que no se podía sacar nada. Y de Paloma, su compañerismo, su tenacidad, su pasión por el periodismo y su camaleónica facilidad para tocar todos los palos y para adaptarse a todos los retos.
Más tarde, tras un intento fallido de marcharme al ABC-Córdoba, llegó el efímero ABC-Jerez, donde aprendí a sacar un periódico muy digno con escasísimos medios y a echarle horas e ilusión a la profesión sin mirar el reloj. En un año duro, pero muy provechoso, puse en práctica lo asimilado durante un lustro.
Luego vino el cierre, y con él la frustración y el vacío. Pero comenzó otra etapa no menos interesante, la de corresponsal. Se abría ante mí la posiblidad de trabajar noticias para cualquier sección y compaginar la corresponsalía con otras ocupaciones, lo que me permitió regresar a la radio y a la televisión, primero con Onda Cero, y luego con la Cadena Ser, Localia y ahora UNA TV.
En fin, que me siento un poco huérfano y que lamento haber vomitado toda esta parrafada, que en cualquier caso me hace sentir un poco mejor. Además, creo que era de justicia hacerlo. Hasta siempre, amigos.