sábado, 21 de mayo de 2011

Irrepetible Antoñito


El arte, el duende y el genio son dones que concede Dios según su sabio criterio. Deben ser algo así como unas bolitas que el Creador lanza y a quien le caen le convierte en un ser especial, además de único e irrepetible como el resto de los mortales. Según dicen, al de arriba se le fue la mano con esta bendita tierra nuestra, cosa de la que no me cabe la menor duda.

Futbolísticamente hablando, Jerez ha sido una plaza propicia para que los que atesoraban ese don lo explotaran sin reservas. De los que he visto, me quedaría con el talento de Dieguito, Miguel y Francis Cabral, Torres, Chicha, Cakic ó Emilio Viqueira, aunque seguro que me dejo fuera otros muchos.

Mención aparte merecen otros jugadores que me han marcado y a los que situaría en otra dimensión. Ni mayor ni menor. Distinta. Me refiero a Eloy, Sanabria, Quini y Antoñito. Tan imprevisibles y geniales sobre el césped, como difíciles de llevar fuera de él.

Repasemos. Después de una temporada fabulosa, a Eloy se le acabó su buen momento en Jerez cuando hizo añicos y arrojó al retrete el dinero de una prima por no estar de acuerdo con el reparto.

Sanabria, al que todos recuerdan como un mago del balón reservado y en ocasiones mal encarado, le decía a sus compañeros antes de saltar a calentar cuántos goles marcaría esa tarde. Nunca se equivocaba. Si eran tres, tres; si dos, dos, y si no estaba ese día para nada, no estaba para nada.

El genio que llevaba dentro permitía a Quini compaginar goles de pañuelos con el lanzamiento de una bota a la cabeza de su entrenador, Chus Pereda.

Y así hasta Antoñito, que a pesar de su intermitente disponibilidad vive una segunda juventud futbolística desde que llegó al Xerez hace cuatro temporadas. Seamos claros, la innegable calidad del sevillano le permite resolver situaciones imposibles, y en Chapín lo hemos comprobado más de una tarde. Sin embargo, su calidad futbolística es tan incuestionable como su singular carácter.

El debate sobre si Antoñito sí o no es tan viejo como el fútbol. Como todos los genios, necesita sentirse querido e importante. Si no, desconecta y adiós. Así se ha tirado durante las tres cuartas partes del tiempo que lleva en Jerez, pese a lo cuál el del Polígono San Pablo ocupa ya un lugar destacado en la historia de la entidad.

Seamos razonables. Antoñito, como Eloy, Sanabria o Quini, nunca hubiera jugado en el Xerez si, además de jugar cómo los ángeles, hubiese hecho vestuario. Con todo, en el Xerez seguimos disfrutando de futbolistas irrepetibles, por irregulares y difíciles de entender que sean también.