viernes, 24 de octubre de 2008

Una de "cancerberos"


A uno, que le gustaba hacer sus pinitos bajo los palos cuando era chaval, ver la moda de los "cancerberos" hipermodernos de hoy le produce cierto alipori. Ya, de entrada, la palabra cancerbero no es lo mismo. Donde se ponga el "portero" o, a lo sumo, el "guardameta" de toda la vida...
El portero de los tiempos de Zamora empezó llevando gorra campera, chaleco gordo de lana o jersey, unas buenas rodilleras y rara vez usaba guantes. A partir de los setenta, se prescindió de la gorra -salvo cuando el sol molestaba-, y el arquero -como también se le conoce en Sudamérica- se fue modernizando, pero siempre dentro de un orden. La discreción en el vestir, no exenta de elegancia, de los Iríbar, Maier, Arconada, Shilton, Zoff ó Pfaff, contrastaba con la extravagancia de Gatti, propia por otra parte de los metas argentinos.
Con el tiempo, la cosa, más que avanzando, ha ido degenerando hacia una imagen un tanto afeminada, con "looks" tan llamativos como el rubio de bote de Cañizares, cuando no con cabelleras totalmente afeitadas -véase a los dos porteros del Xerez-, cejas, brazos y piernas depilados y la calzona de todos los colores -por supuesto el rosa-, menos negra.
Por no hablar de la moda de las camisetas de manga corta que puso de moda el francés Olmeta -ex de Olympique y Español- a principios de los noventa. ¿Se imaginan la de tiritas y los litros de mercromina que hubieran tenido que gastar los masajistas de los equipos modestos que se batían el cobre en el antiguo campo de las bombonas si sus "cancerberos" se hubieran presentado a jugar de esa guisa?.
Con todos mis respetos, la confianza que te transmitían los porteros vestidos de porteros no la ofrecen los modernísimos "cancerberos" vestidos a lo Crispín Klander.

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