Resulta sonrojante que un equipo de la primera categoría de la mejor liga del mundo, por muy colista destacado que sea, tenga un director deportivo que aparece y desaparece como el Guadiana, ora para vestir chaqueta y corbata en el palco y en los despachos, ora para calzarse las botas y jugar como profesional en la liga de otro país.
Lo de Federico Lussenhoff no tiene parangón en un club medianamente serio. Las dudas que tengo sobre la confección de la plantilla para la próxima temporada en Segunda se acentúan cada vez que desde el otro lado del charco llegan noticias sobre la próxima reincorporación del "Colorao" al centro de la defensa de Talleres.
No creo que la secretaría técnica azulina, con el ímprobo trabajo que tiene por delante, se pueda permitir el lujo de prescindir durante semanas de su cabeza pensante, que al parecer dice una cosa en Jerez y la contraria a los compañeros de la prensa argentina. Tampoco considero que sea conveniente que su "segundo", Roberto Bonano, dedique los fines de semana a jugar "pachangas" con los veteranos del Barça en lugar de patearse los estadios en busca de posibles integrantes de una plantilla de jugadores que a partir del 30 de junio cabrá entera en un motocarro.
Me cuentan que, mientras tanto, Rondán y Poyatos hacen acopio de información sobre jugadores por si los hombres de confianza de Souza en el terreno deportivo tuvieran a bien atenderlos.
También puede ser que los argentinos tengan claro que la base de la próxima temporada debe asentarse en jugadores firmados a través del dichoso video o con la garantía del representante de turno.
Ya en el mercado de invierno dejaron morir la llegada de Adrián Colunga, que estaba hecha, y en cambio se decantaron por Alustiza y Vigneri, a los que sí conocían. Lo que me extraña es que, conociéndolos, les dieran vía libre. Y no quiero pensar mal.
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