domingo, 18 de enero de 2009

A Manolito Mesa


Lo imagino disfrutando del azul intenso del Reino de los Cielos desde que dejó este valle de lágrimas, hace ahora una semana. Lo adivino, desde su recién estrenado palco celestial, gritando ¡Gooooooooollllll! cuando Momo inauguró magistralmente el marcador ante el Tenerife la mañana del domingo. Aquí, en la Tierra, nunca pudo darse ese gustazo porque su única voz era un lenguaje de signos perfectamente entendible por todos.Supongo que lleva una semana celebrando por todo lo alto que su Xerez del alma brilla en lo más alto de la tabla. Lo veo correteando por el Paraíso, enarbolando la bandera azul y blanca y dando rienda suelta a su sentimiento xerecista a flor de piel.Ni en sus mejores sueños imaginó estrenar así su nuevo asiento Manolito. Aquí, los ingenuos mortales que creemos ser eternos, le lloramos y le extrañamos, lamentándonos por su pérdida. Mientras, Manolito sonríe, pero no cambia por nada su nuevo destino. Todavía se le hiela la sangre al recordar cuando le prohibieron por primera vez la entrada en Chapín. Fue al principio de la época de Oliver, cuya primera medida fue quitar en enmedio a los porteros de toda la vida, los que se mantenían del Domecq, los que conocían a Manolito tan bien como los de la plaza de toros. Los nuevos vigilantes, perfectamente uniformados, cometieron el craso error de hacer la vista gorda y le prohibieron el acceso al estadio. La historia les recordará como los primeros -y los únicos- que a "Manolito el del Huerto" le pidieron la entrada a un evento en la ciudad.Ya echamos en falta al mejor marcador simultáneo que ha tenido Jerez desde que "murió" el del Gallo Azul. Manuel fue la primera gran competencia para los transistores, mucho antes de que cobraran protagonismo los marcadores electrónicos en los estadios. Pero sobre todo, echamos de menos su bondad de niño grande. Descanse en paz.

1 comentario:

Salvador León dijo...

Me gusta, el Futbol no sólo son goles, el futbol lo hacen los aficionados, todos los aficionados, y esto querido Eugenio, es algo que creo que los directivos parecen no entender.

Conocía a Manolito desde que eramos pequeño y siempre me saludó con el cariño que solo el sabía trasmitir