domingo, 11 de enero de 2009

Méndez sabe cómo hacerlo

No pretendo dar ninguna lección sobre táctica y sistemas de juego, entre otras cosas porque no soy la persona adecuada, ya que hice Periodismo pero no el curso de entrenadores. Ellos son los que saben de esto, o por lo menos deberían.Sólo quiero referirme al revuelo que se ha producido esta semana porque Esteban Vigo, a priori, no cuenta con ninguno de los delanteros de la primera plantilla para poder hacerle frente a todo un Tenerife. Desde el partido en Ipurúa no se habla de otra cosa de los recursos para intentar que se le levante la sanción a Calle y de las horas extras que están echando los fisios para tratar de recuperar a Antoñito y a Pedro Ríos. Tan intenso ha estado el debate sobre la evolución física de los atacantes, que apenas se ha hablado de la imperiosa necesidad de reforzar a un plantel que, según su nuevo presidente, tiene el objetivo inexcusable de luchar por ascender a Primera división.Mi reflexión parte de un dato objetivo. Sin delanteros se puede jugar, y también se pueden marcar goles. Hace diez años, en la primera época con Orúe en Segunda, una nefasta política de fichajes privó al entrenador de un estilete que estuviera al nivel de la categoría. Los Román, Marcelo, Carlos, Guede, Batrovic y los dos "Tanques" sudamericanos no convencían a un técnico que, ni corto ni perezoso, decidió que para lo que tenía arriba, mejor no alineaba a ninguno. Recuerdo que Méndez, hoy segundo de Esteban Vigo, ejerció de goleador y fue uno de los artífices de la victoria ante el Sevilla y las goleadas al Levante y al Leganés. ¡Y todo ello jugando sin delanteros! Después, todo se fue a pique porque las bases del equipo no estaban sólidas y porque a Pacheco, entonces presidente, le entraron las prisas a costa del bolsillo del contribuyente, para variar. Pese a todo, quedará para la posteridad la lección magistral de un gran entrenador, Carlos Orúe, al que no se le ha hecho justicia en su tierra. Méndez sabe algo sobre cómo jugar sin delanteros y haría bien en asesor a Esteba antes de que todos nos volvamos locos.

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