Es una de esas noticias que te motivan y te siguen ilusionando en un mundo del fútbol cada vez más falso, viciado y corrupto. Jordi Fabregat, aquél lateral del Xerez que a finales de los ochenta formó parte de la inolvidable "quinta de Naya", ha vuelto. Intentará, con su impagable experiencia como profesional recto y honesto, la nada fácil labor de salvar al Portuense del descenso, y por ende casi de su desaparición. Tiempo han tardado los directivos racinguistas en enmendar el error que supuso la contratación de Ferri. A pesar de lo que diga la delicada situación del equipo en la tabla, a seis puntos de la salvación, los aficionados del Portuense tienen sobrados motivos para volver a ilusionarse. Sabido es que, por muy bueno que sea un entrenador, sin la implicación de la plantilla los objetivos no se consiguen. Pero, a poco que los futbolistas se lo propongan, el fichaje de Fabregat será una bocanada de aire fresco. Si no, al tiempo.Él sabe que el aliciente de recalar en el Cuvillo no es económico. Tras una trayectoria plagada de equipos modestos de la Tercera catalana, como el Tortosa y el Amposta, la oportunidad de entrenar a un Segunda B, aunque esté en horas bajas, no la podía dejar pasar.Como él, yo también esperaba esta oportunidad para quien, cuando vestía de corto, fue un ejemplo de entrega, eficacia y profesionalidad. Harto de bajar y subir las bandas del Domecq y de Chapín, Fabregat no tuvo la salida digna del Xerez que mereció por su rendimiento. En la primera, se le condenó al ostracismo junto a otros compañeros tras consumarse el descenso en la 90-91. En la segunda, años después, el inefable José Ángel Moreno no cumplió con su palabra de renovarle para un proyecto ilusionate. Ahora Jordi tiene la posibilidad de demostrar también su valía en los banquillos. Tengo la corazonada de que, con el tiempo, volverá al Xerez como entrenador. Mientras tanto, mucha suerte.
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