Cuando te topas en el mundo del deporte con casos como el acontecido estos días con el Unibasket Jerez, te preguntas si acaso Dios provocará situaciones como estas para resaltar valores como el compañerismo, la amistad, la lealtad y la honestidad en medio de un mundo plagado de traiciones, mentiras e intereses nada legítimos.Lo sucedido con el primer equipo de baloncesto de la ciudad (por si alguien todavía no se ha enterado) reúne toda la grandeza y la miseria del mundo del deporte.Como suele ocurrir en estos casos, la grandeza la protagonizan, dentro y fuera del recinto deportivo, los deportistas. La miseria, los incapaces políticos de turno y los directivos que ni pueden ni saben estar a la altura.La lección de Toa Paterna y los suyos debería servir para que a más de dos a esta hora se les estuviera cayendo la cara de vergüenza, claro que antes deberían conocerla.Aún se me pone el vello de punta recordando las palabras del grandísimo (en todos los sentidos posibles) entrenador del Unibasket, que con la voz quebrada por las lágrimas que le ahogaban comunicaba el martes que a su equipo le quedaban poco más de horas para encontrar un aval de 180.000 cochinos euros para poder empezar la temporada. Después de inútiles intentos durante todo el verano, una docena de gigantes, con el gran Toa al frente, se iban a la puñetera calle con una mano delante y la otra detrás, porque la quinta ciudad de Andalucía, con más de 200.000 habitantes y con todos sus empresarios y políticos juntos, había sido incapaz de reunir el equivalente a menos de un euro por habitante para que su equipo de plata pudiera empezar la competición. Dos temporadas heroicas plagadas de éxitos no era suficiente.Al final, otra vez sobre la campana, salvados. Será nuestro sino, pero una ciudad que hasta hace bien poco presumía de ser la panacea del deporte, no debería permitirse estos lujos.Enhorabuena, chavales. Ánimo, Toa. (Foto: La Voz de Jerez).
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