sábado, 16 de octubre de 2010

El fútbol dominguero


Me gusta el fútbol, los domingos por la tarde se desatan las pasiones...» . Cambiénle a este estribillo mil veces canturreado el «domingos» por el «viernes» y el «tarde» por el «noche», y verá lo raro que suena. Y es que, sinceramente, lo del experimento de los viernes de fútbol no tiene vuelta de hoja. Salvo a la Liga y a las televisiones, no convencen a nadie. Pero como donde hay patrón, no manda marinero, el Xerez volverá a ejercer de conejillo de indias en su partido ante el Villarreal B, como hace veintiún días ocurrió ante el Tenerife. El fútbol, que muchos equiparan a una religión, tiene sus rituales. Para el buen aficionado que se precie, el día del partido es especial, diferente a todos. Comienza bien temprano con el repaso en la prensa a la previa, sigue al mediodía con la tertulia con familiares o amigos y tiene su cúlmen con la procesión hasta el estadio, a ser posible con algo de antelación para impregnarnos del ambiente.

Pero claro, el viernes no es el domingo, y tampoco el sábado. Al ser laborable (para los que tengan la suerte de mantenerse ocupados con la que está cayendo), ni a jóvenes ni a adultos les da tiempo de empaparse del ambiente incomparable de las horas previas. Ni siquiera durante la jornada habremos podido tener los cinco sentidos puestos en la esperada cita semanal.

Alguien dijo hace tiempo que no hay nada más aburrido que un domingo sin fútbol. A cambio, nos bombardean con partidos a diario, de forma que uno empieza a perderle la emoción a este deporte.

Recuerdo cuando niño el acontecimiento que suponía que el único canal de televisión de la época programara un partido de fútbol. Es verdad que los tiempos han cambiado y que sería inútil ponerle puertas al campo, pero no hay nada comparable al fútbol dominguero de las cinco de la tarde.

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