No vamos a descubrir a estas alturas que el bolsillo del jerezano medio no está en su mejor momento. Ni que en los últimos años, el Xerez ha atravesado momentos dulces como el actual para luego venirse abajo estrepitosamente, causando el consiguiente desánimo entre sus miles de aficionados. Tampoco vamos a desvelar ahora el descontento existente con el actual dueño, Joaquín Morales, atenuado quizás con el desembarco de un consejo -ejecutivo y consultivo- plagado de gente nueva y con muchas ganas de trabajar.Cada una de estas cosas, o un poco de cada una de ellas, puede servir de excusa para no haberse sacado el abono o para haber preferido ver, calentitos desde la mesa camilla de la salita, los partidos que le televisan al equipo, que son casi todos por razones obvias. Pero pongámonos en que, después de sesenta y un años con más sinsabores que alegrías, estemos de verdad a las puertas de entrar de lleno en la historia del fútbol español. Supongamos que al equipo no le entre esta vez la misma pájara que con Schuster, Lucas Alcaraz o Pepe Murcia. Imaginemos que al final de temporada nos vemos celebrando algo muy grande en la plaza del Arenal o en la del Caballo. Si para este país el mejor analgésico contra la crisis están siendo los logros deportivos y el juego de la selección española de fútbol, para esta ciudad lo es su primer equipo de fútbol. Ya sé que en los tiempos que corren hay que priorizar los gastos y que el fútbol no es una primera necesidad. Pero un buen antídoto contra la crisis es una moral fuerte, y Esteban y sus chicos nos la están poniendo por las nubes. Si con siete mil en las gradas nos están haciendo disfrutar así, fíjense cómo sería con el doble.Con el riesgo que esto tiene, ya que constará por escrito y podrían reprochármelo llegado el caso con sólo acudir a la hemeroteca, me atrevo a asegurar que si la afición responde en cada partido de casa de aquí hasta el final de temporada este Xerez será de Primera allá por el mes de junio. Créanme, ahora o nunca.
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