lunes, 2 de mayo de 2016
El "verdadero" xerecismo
El “verdadero” xerecismo
¿Cuál es el verdadero xerecismo? ¿Aquél que alentó el alumbramiento del Jerez Foot-ball Club en 1911? ¿El que soñó con marcar una época en el balompié español con el Xerez FC en 1933 y no lo consiguió por una Guerra Civil primero y ahogado por las deudas después? ¿Acaso ese que prolongó el sentimiento xerecista que prendió por toda la ciudad desde 1947 y que vivió la gloria y el ocaso con las SAD? ¿Puede ser también el de una gran mayoría que quiso garantizarle un futuro con la última refundación en 2013? ¿Es de quien proclama que su xerecismo morirá cuando se liquide el Xerez CD? ¿El que pueda salir de otro club, que no sea el Xerez DFC, que de continuidad al sentimiento xerecista con otro nombre, otros colores y otro recinto deportivo? ¿Quizás el verdadero xerecismo está en los que, hastiados de todo, asisten atónitos desde sus casas a esta guerra absurda entre iguales?
¿Y quién lo sabe? Para opiniones y gustos, los colores. En este caso el azul y blanco de la bandera del Xerez, sin apellidos. De cualquier manera, es el Xerez lo que nos une. Su historia. Con sus recuerdos y vivencias. Éxitos y fracasos. Llenos hasta la bandera y vaquilla entre directivos para pagarle al árbitro. Chaparrones en el viejo Domecq y asientos mullidos con canapés en el palco de Chapín. Vuelos chárter a Tenerife ó Pamplona y carretera y manta por la ruta de la plata.
La respuesta a la retahíla de preguntas inicial es compleja. Si bien la que se me antoja más certera podría ser que el “verdadero” xerecismo está en todos en ellos y, al mismo tiempo, en todos y cada uno de nosotros.
El xerecismo es un sentimiento, y como tal, lo que parece razonable para unos no lo es para otros.
En los últimos tres años, la familia xerecista ha perdido en unidad, pero ha ganado en nuevas sensibilidades. Todas muy respetables y legítimas. Y eso no está ni bien ni mal, pero responde a una realidad a la que hay que atender.
La solución no es fácil, pero ineludiblemente pasa porque todos esos sentimientos confluyan en un proyecto común. Para ello son necesarias grandes dosis de respeto, comprensión y generosidad.
No me termino de creer que nadie, desde su posición “inamovible”, sea capaz de desear la unidad del xerecismo. En eso, junto con la historia, el sentimiento y el nombre Xerez, todos coincidimos.
¿O no todos?
¿Quiénes sacan tajada con esta división entre xerecistas? ¿Nos hemos parado a pensarlo ó el orgulloso que todos llevamos dentro y que se niega a dar su brazo a torcer nos ha impedido siquiera planteárnoslo?
Digamos que quienes conforman en la actualidad el xerecismo son los socios y aficionados, los xerecistas de barra de bar y/o butacón, los directivos, colaboradores y las plantillas de técnicos y jugadores.
Vayamos desgranando los intereses de cada cual. Pongo la mano en el fuego porque ni un solo socio ni aficionado xerecista está conforme con esta absurda desunión. Porque ni uno solo no aspire a volver a compartir su asiento con su hermano de sentimiento. Ahí no tengo dudas. Sigamos.
Los directivos y colaboradores han vivido tres años muy duros. Por los que conozco, también pongo la mano en el fuego, pero no así por los que no. En esta época en la que el foco informativo se ha centrado en el día a día de dos clubes de Regional que no generaban mucha información, dar el paso al frente y situarse en primera línea ha sido algo rentable y a la par irresistible para quien haya querido darse un poco de notoriedad. Una vez logrado ese ”status”, dar un paso atrás y volver al anonimato se le puede hacer más difícil a aquél que anteponga sus intereses personales a los del xerecismo.
A los jugadores y técnicos no hay que restarles ni un ápice de sus méritos. La gran mayoría, de perfil medio y bajo y cuyas carreras deportivas no habían tenido la menor trascendencia hasta ahora, presumen de haber apoyado durante este tiempo uno u otro proyecto deportivo sin cobrar ni un solo euro o, en el mejor de los casos, siéndoles compensados los gastos de desplazamiento.
Seamos honestos. ¿Cuánto vale la repercusión que han obtenido en las portadas, portadillas, entrevistas, reportajes, noticias y crónicas de partidos en prensa? ¿Cuánto las horas de radio y de televisión emitidas? ¿Cuánto su presencia continuada en las redes sociales y en los mentideros deportivos de la ciudad?
No creo que haga falta dar nombres, pero a todos nos vienen a la mente varios casos en los que, de no ser por esta anómala situación, sus trayectorias hubieran seguido pasando desapercibidas como las de tantos otros.
¿De verdad que estos técnicos y futbolistas estarían por la unidad del xerecismo? ¿Aún a costa de perder el protagonismo que esta tesitura les ha procurado? Permítanme al menos el beneficio de la duda.
Lo de los medios de comunicación, y es algo que me toca muy de cerca, es tema aparte. Su legítima labor, más allá de jalear y animar a ningún equipo, es la de informar y obtener un beneficio por ello. Desde los medios en general no es que se haya contribuido a abrir esta brecha y la división entre los xerecistas, pero esta fractura está siendo rentable. En estos tres años en los que la información deportiva también ha caído muchos enteros (jugar contra el Madrid o el Barça no tiene la misma repercusión que hacerlo ante el Cañorrera, Los Cortijillos ó el Paterna de Rivera), la comidilla por los roces entre xerecistas de un lado y del otro ha salvado más de un puesto de trabajo y avivado ese interés por la actualidad deportiva local entre los aficionados.
Sin ánimo de matar al mensajero, porque reitero que el interés del periodista no es el aficionado, sino el lector, oyente, telespectador ó internauta, ¿a la prensa deportiva en la ciudad le interesaría la unidad del xerecismo y que todo vuelva a ser un remanso de paz cuando, en el mejor de los casos, el interés informativo se concentraría en un solo club de categoría regional?
Mi conclusión, permítanme que insista, es que el verdadero xerecismo está en uno mismo. Y en este momento concreto, tan delicado para este sentimiento, en la capacidad de autocrítica y de generosidad de cada cual. Así daríamos los pasos necesarios para recobrar la normalidad que se nos resiste debido a tanta acusación y reproche.
Yo estoy dispuesto a dar el primer paso. Soy el socio 3.272 del Xerez DFC, porque en su día entendí que era el mejor proyecto para el futuro del xerecismo. Durante estos años reconozco que me he equivocado muchas veces como xerecista. Por ello, pido perdón y estoy dispuesto a reponer el daño que pueda haber causado. Doy mi palabra de que si alguien me convence de que hay una opción mejor para el futuro del xerecismo la apoyaré sin la menor duda.
Por un final en el que triunfe la unidad, sin vencedores ni vencidos, sólo xerecistas.
¡¡¡Viva el Xerez!!!
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