Parece mentira lo que pueda cambiar una guinda el pastel. Después de semanas interminables en las que la impaciencia, la desconfianza y la desazón hacían dudar a los aficionados más optimistas, la llegada de los esperadísimos delanteros ha propiciado que vuelva a salir el sol y se despejen los negros nubarrones.
Sí, porque con el sol fuera se ve todo se otro color. Las dudas que teníamos con respecto a este plantel a pesar incluso de la remontada en Alicante se disipan como por arte de magia con las guindas de Antoñito y Míchel.
Con un grupo formado por hasta media docena de jugadores que han jugado en Primera, tres que lo han hecho en la Liga de Campeones, y otros muchos consagrados en la Segunda división, volvemos a tener licencia para soñar, que para eso es gratis.
Hasta ayer era de los cautos que pensaba que lo idóneo era marcarse el objetivo de los cincuenta puntos e ir partido a partido. Y lo sigo pensando, pero también creo que este Xerez tiene reaños para cubrir pronto esa meta y comenzar a pensar en otra más ambiciosa.
Porque analizando jugador por jugador, puesto por puesto, esta plantilla tiene poco que envidiar a la que estuvo durante algunas acariciando no hace mucho tiempo la posibilidad del ascenso.
Cierto es que los Iglesias, Gerard, Camuñas y Geijo -la columna vertebral- ya son pasado, pero como tal debemos tomarlos, ya que echar la vista atrás de poco ó nada sirve en el fútbol y en la vida.
Sinceramente, este Xerez me ha acabado por ilusionar, tarea que no era precisamente fácil en este ejercicio. Con el lastre económico actual, Morales se ha sacado de la chistera un equipo lleno de posibilidades en el que si los jugadores que deben marcar de diferencia responden y la suerte acompaña podemos soñar con todo.
Lo que tanto se echó en falta el año pasado: trabajo en equipo desde la cúpula del club, esta vez no ha fallado. Mi enhorabuena a la secretaría técnica, con Rondán, Puche y Poyatos a la cabeza, y también a presidente.
Ahora sólo falta que la pelota entre, pero los mimbres ya están.